Hemen zaude

Lo normal es que los niños se empiecen a aburrir a partir de los cinco años. Es entonces cuando, a menudo, comienzan a repetir esa frase porque ya son más exigentes y quieren más de lo que tienen. Esto viene dado por el exceso de «todo» lo que tienen, que les hace no saber valorar las cosas y les parece que nada de lo que tienen les sirve en el momento de aburrimiento.

Los padres también tenemos parte de culpa en esto, ya que somos los que, de alguna manera, «permitimos» que tengan tal cantidad de cosas. Además, en muchas ocasiones, no contribuimos a que sepan entretenerse. Por temor a que sean vagos, y con el objetivo de que estén constantemente aprendiendo, no les permitimos que pierdan el tiempo, les organizarnos distintas actividades para mantenerlos ocupados sin darnos cuenta de que no tienen mós de 10 minutos para merendar tranquilamente o para descansar, dejando volar su imaginación. Así es muy difícil que sean capaces, por ellos mismos, de tener soluciones para su aburrimiento, apenas pueden desarrollar su creatividad y disfrutar de ella.

Lo primero que tenemos que hacer es enseñarles a valorar las pequeñas cosas, que les cueste ganárselas, que necesiten un esfuerzo para lograrlas. De este modo aprenderán a apreciar lo que tienen.

También hay que saber ponerles límites. En estas edades es habitual que se les antoje algo que han visto o que les apetece hacer. Pues bien, en este caso, los padres somos los que tenemos que dejar claro qué y en qué medida se puede hacer. Por ejemplo, si la norma familiar es que puedan tomar un par de chuches los domingos, tendrán que entender que el resto de la semana no podrón.

Para ayudarles a combatir el aburrimiento nuestro papel es fundamental. Resultará todo mucho más fácil si participamos y ayudamos a los peques a hacer planes, que sepan ellos qué se puede hacer y que puedan elegir. Además, les podemos enseñar a jugar y a potenciar sus relaciones sociales con los niños, en compañía de otros pegues seguro que no se van a aburrir.

Pero sin ninguna duda, si queremos evitar la frase que ya hemos mencionado al principio de «me aburro» el mejor remedio es que nosotros, los padres, les dediquemos el máximo tiempo posible para disfrutar en familia de actividades o planes que podamos hacer juntos, sin caer en el peligro de que solo sepan divertirse con nosotros y no sean capaces de hacerlo por ellos mismos.

 

María Campo
Eduka & Nature